La horizontalidad en la intervención social     La importancia del paradigma humanista 

14.04.2018

Este artículo tiene que ver con errores del pasado. A través del mismo pretendo evidenciar la importancia de estar en actitud de continua búsqueda y revisión.

Nuestra disciplina, enmarcada en las ciencias sociales, constituye un referente esencial en las profesiones de "la ayuda" pero, desgraciadamente, impera un concepto extendido de este término que, en mi opinión, está errado. Presuponemos que el Trabajador Social resuelve las problemáticas sociales de las personas pero, tal y como lo venimos haciendo, ¿realmente resolvemos algo?, ¿promovemos un cambio real y duradero?

El concepto de ayudar desde el enfoque humanista tiene otros matices. En el mismo, el profesional se rige por la horizontalidad en la relación y por la búsqueda de la comprensión del mundo de las personas en toda su dimensión. Me gusta emplear este término: acompañamiento social. De igual a igual, simplemente porque "no estoy en tus zapatos, por lo que no puedo presuponer que mi opinión técnica tenga más validez que la tuya personal". Y me lo repito continuamente para no caer en el paternalismo extendido y validado que, sutilmente, se filtra de manera constante en nuestras intervenciones.

En la relación yo- tú el Trabajador Social, lejos de limitarse a cubrir las demandas de las personas, responsabiliza a las mismas para que las resuelvan, aportando sus conocimientos técnicos científicos y poniendo a disposición del usuario los recursos sociales existentes y por supuesto, él mismo como recurso. Y ojo, que muchos compañeros me indican que así lo hacen y reconocen indirectamente el enfoque directivo y fiscalizador de sus intervenciones (vertical, al fin y al cabo) con el que pretenden acompañar a sus usuarios (¿infantilizados?).

Este concepto de ayuda trae implícito una supremacía jerárquica que no nos merecemos. Ni nosotros ni las personas a las que atendemos. Es vertical y paternalista, nos guste o no, e interviniendo desde este prisma estamos infantilizando a personas adultas, cayendo posteriormente en creencias tipo: "si no hace caso a mis pautas ó cumple con el itinerario diseñado (por mí) será porque no querrá salir de la situación o porque no necesitará la ayuda... "etc. Y un sin fin de afirmaciones juiciosas que, lejos de ayudar, acaban dañando a la persona y a su libertad de decisión. 

Pues bien, seguro que estás en lo cierto, porque ese tipo de ayuda no la necesita nadie. Es triste acudir a un servicio del que se presume que dispensará orientación y apoyo para salir de una situación-problema y encontrarse de frente a un "padre que enjuicia, dirige e impone pruebas para verificar que cumplimos y para valorar si nos merecemos o no la continuidad de la ayuda..." Y es que, en ocasiones, nos consideramos poderosos cuando gestionamos recursos. Si este es el concepto del Trabajo Social que tiene la sociedad y las personas que la configuran, me debo haber equivocado de profesión.

¿Cómo es la intervención horizontal?

Este tema es objeto de una larga disertación, pero intentaré ser concreta. La intervención horizontal parte de estas premisas (hablo en primera persona intencionadamente): "Te respeto, te comprendo y te veo. Mi trabajo es acompañarte y diseñar contigo un plan que te permita alcanzar tus objetivos, (que no los míos), respetando tus ritmos y el proceso en el que te encuentras y quizá no es tu momento de alcanzar este objetivo, pero este otro que tú planteas y al que eres capaz de llegar servirá para conseguir el cambio que persigues."

Para ello la intervención motivacional es esencial, pero la motivación debe ser intrínseca porque es cuestionable la efectividad de las acciones que se realizan por imperativo legal: "Tienes que echar 10 CVs a la semana (y me traes la evidencia documental)", "Tienes que asistir a clases de español de manera diaria o si no te damos de baja en el Programa..." pueden resultar efectivas a corto plazo y solo con algunas personas pero, ¿qué pasa en el momento en el que desaparece el premio o el castigo? ¿Realmente contribuimos de esta manera al cambio? Una respuesta fundamentada en el temor a ser amonestado o en la necesidad de continuar accediendo a una plaza de acogida deja de producirse cuando el refuerzo positivo o negativo se extingue y, con esta motivación extrínseca, el "niño" continúa eludiendo su responsabilidad, se extingue su derecho de decidir sobre su propia vida y, por ende, el cambio es perecedero, con lo que la recaída queda garantizada. 

Escasamente confrontamos con la persona de manera respetuosa el motivo que le lleva a actuar o responder en un sentido u en otro, profundizando en el origen de esta respuesta. Y en este punto saber qué nos limita a hacerlo puede resultar útil. ¿Quizá nos asuste descubrir más?, ¿Podría ser que no dispongamos de herramientas para sostener "el nudo" en la garganta que puede producir oír un llanto?, ¿Tal vez "me toque" en primera persona su vivencia?, ¿Mis principios/valores/cultura están siendo incompatibles con los suyos? ¿O simplemente no disponemos de tiempo porque hay dos personas más esperando en la puerta? Sea como sea, el motivo por el cual se produce o no una respuesta deseada en el marco de una intervención tiene su importancia. Hay que evidenciarlo, validarlo y ponerlo en valor. 

Para finalizar os invito a realizar un ejercicio de honestidad, porque seguramente el día a día nos absorba y no nos detengamos lo suficiente a revisar nuestra praxis y a hacer autocrítica, o deduzcamos que el programa o proyecto en el que se enmarca nuestra acción nos impone esta metodología, o sencillamente no sepamos hacerlo de otra manera. Y está bien así, pero reflexionar sobre nuestros enfoques resulta de utilidad para mejorar y poder valorar si cabría aplicar otras líneas de intervención más efectivas.  

Rocío Blancas Avilés




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